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Los residuos sólidos, por definición, son aquellos que están presentes en un estado sólido, es decir que no es líquido ni gaseoso.

Son residuos físicamente tangibles, pero los hay que son peligrosos y otros que no son peligrosos. Todos, sin embargo, pueden ocasionar distintos efectos negativos en el medio ambiente.

Uno de los mayores problemas que tienen los residuos sólidos es que, en ocasiones, pueden generar emisiones en estado gaseoso. Son contraproducentes tanto para la salud como para la atmósfera y, actualmente, representan uno de los factores de mayor riesgo para el cuidado del medio ambiente.

¿Cuáles son las emisiones de los residuos sólidos?

En el compromiso con el medio ambiente que adoptamos empresas responsables de la gestión de residuos, también debemos encontrar una metodología de tratamiento sostenible de estos materiales.

Hay residuos sólidos urbanos que, sin este tratamiento responsable, generan emisiones como amoníaco (NH3), metano (CH4) y óxido nitroso (N2O). Todos ellos pueden llegar a la atmósfera y provocar efectos negativos en cualquier entorno.

Efectivamente no todos los residuos sólidos provocan este problema, pero sí que pueden afectar de distinta forma al espacio que ocupan.

Por ejemplo, el tratamiento inadecuado de estos residuos puede provocar la contaminación de los suelos con distintos elementos como los lixiviados.

También afecta al recurso paisajístico, dado que la presencia de recursos genera un deterioro del entorno y también puede afectar a la salud de muchas formas.

De hecho, las emisiones en estado gaseoso no se limitan a su acción a largo plazo en la atmósfera, también provocan olores desagradables que condicionan a la población de la zona.

¿Qué efectos provoca en el medio ambiente?

Los efectos negativos de las emisiones de los residuos sólidos son numerosos, siendo el más importante de ellos el impulso que le otorga al cambio climático.

Con él se incrementa el efecto invernadero en todo el mundo, también aumenta la temperatura y se acelera el deshielo de los polos.

El resultado es una situación medioambiental desfavorable difícil de resolver, salvo que se apliquen medidas de tratamiento de los residuos óptimas.

La quema descontrolada no es una de ellas, pese a lo que se ha podido llegar a pensar durante muchos años. En realidad, esta medida agrava el problema. Genera humos y material particulado que empeora aún más el efecto invernadero y puede afectar al sistema respiratorio de los seres vivos del entorno.

Por tanto, el tratamiento de los residuos sólidos, como sucede también con el tratamiento de los residuos gaseosos y líquidos, debe seguir pautas de sostenibilidad claras, con las que impedir que tales procesos puedan llegar a afectar negativamente a nuestro hábitat.

La quema de los residuos es viable de una forma sostenible, pero con ciertas precauciones. En este sentido se ha desarrollado sobre todo el proceso de pirólisis. Consiste en someter a estos materiales a un tratamiento térmico pero en un contenedor que está sellado a alta presión.

Esta degradación térmica se realiza aprovechando una cantidad de oxígeno mínima y los resultados (tanto gases como líquidos o incluso sólidos) son completamente inertes.

Por descontado, la búsqueda de un nuevo uso de los residuos también cobra importancia en este proceso. El compostaje, la recuperación de materiales y su reciclaje pueden fomentar la economía circular y evitar la emisión de gases derivada de su descomposición o de un mal tratamiento.