España produce 930.000 toneladas de residuos eléctricos y electrónicos (RAEE) al año. De acuerdo con los datos del año 2016, recogidos en el The Global E-waste Monitor 2017, realizado por la Unión Internacional de Telecomunicaciones de la ONU sobre datos de Eurostat, de toda esta cantidad solo acaban procesándose 198.000 toneladas de acuerdo con las políticas adecuadas de tratamiento y gestión de este tipo de desechos.
Este 21% de reciclaje de chatarra de RAEE coloca a España en un lugar muy bajo. No solo se sitúa por debajo de la media, sino que tan solo se encuentran por debajo de nuestro país Rusia y Alemania, con tasas de reciclaje muy bajas, del 6% y el 13% respectivamente.
La ausencia de reciclaje y la mala gestión de este tipo de residuos provocan un serio problema relacionado con la cantidad de elementos tóxicos que contiene. Entre otros, el plomo, arsénico, cadmio, mercurio o fósforo se encuentran en todos estos aparatos eléctricos y electrónicos. Se trata de materiales no biodegradables, que si no reciben el adecuado tratamiento y acaban siendo abandonados en vertederos, pueden acabar en nuestros mares, ríos o en la tierra.
Los componentes de cada uno de estos aparatos pueden reciclarse hasta en un 70% e incluso un 90%. No obstante muchos consumidores acaban depositándolos en la basura convencional, en lugar de intentar localizar un punto verde de recogida habilitado para su posterior reciclaje.
Otro grave problema medioambiental lo representa el contrabando de chatarra electrónica en todo el mundo, a causa de esos materiales biodegradables, que no reciben el tratamiento que necesitan y se busca hacer negocio con ello. Esta circunstancia complica el reciclaje de los componentes y hace que aumente su peligro contaminante.
El volumen de desechos electrónicos va en aumento a nivel mundial. Y se estima que seguirá haciéndolo durante bastante tiempo sin interrupción debido al enorme auge que hoy atraviesan las nuevas tecnologías y a la aparición en el mercado de productos con buenas prestaciones a precios más accesibles, lo que provoca un aumento de la demanda.
Durante el año pasado se generaron en todo el mundo más de 46 millones de toneladas de chatarra electrónica y todas las previsiones apuntan que para el año 2021 se alcanzará una cifra de 52,2 millones de toneladas, con un ritmo de crecimiento del 4%, lo que probablemente suponga alrededor de 54 millones de toneladas en 2025. Todos estos son datos recogidos por el informe Global E-waste Monitor 2017 del programa Ciclos Sostenibles de la Universidad de las Naciones Unidas (UNU).